"Hemos olvidado que nuestra meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestras verdaderas metas si vivimos....Los días son frutos y nuestro papel es comerlos. Jean Giono



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20/12/09

LA BONDAD

La BONDAD

José Antonio Marina
Artículo publicado en “La Vanguardia”
06 de septiembre de 2008


Mi amiga Pepa Fernández me invita a su programa “No es un Día
Cualquiera”, para hablar sobre la bondad. Estas tertulias me producen siempre un
sentimiento de satisfacción e incomodidad. Al conversar sobre un tema con
personas inteligentes se me ocurren muchas cosas (esto es lo agradable), pero se
me ocurren después de la conversación (y esto es lo incómodo). Sé entonces lo que
debería haber dicho y no dije. Los franceses llaman a esto “esprit d’escalier”,
ingenio de escalera. De escalera de bajada, claro. Me parece importante reivindicar
la bondad, recuperar su perfil creador y valeroso, el que conocían los antiguos
griegos, para quienes la excelencia de la vida era “kalós kai agathós”, la belleza y el
bien. Bondad era la excelencia humana. Ahora, en cambio, ser bondadoso despierta
una imagen confortable y blanda, de perro de San Bernardo.
No es así como entiendo la palabra. Creo que la bondad es la gran creación
de la inteligencia humana, su plenitud. Suelo defender esta idea en congresos de
psicología, y mis colegas me miran sorprendidos, pensando que he dicho una
broma. Pues no es así. Lo digo completamente en serio. La función principal de la
inteligencia es resolver problemas. Cuanto más complejos, universales, urgentes
sean, con más intensidad se tendrá que aplicar la inteligencia. Pero los problemas
más difíciles y dramáticos son los que afectan a la felicidad personal y a la dignidad
de la convivencia. En ellos se mezclan intereses opuestos, expectativas, deseos,
miedos, ambiciones. La gran inteligencia es la que encuentra solución a estos
conflictos.
Pero no basta con conocer la solución. Es preciso ponerla en práctica, porque
es en ese momento cuando van a aparecer los verdaderos problemas. La teoría es
fácil. La práctica es lo difícil. Cuentan que un senador americano decía: “El
problema entre judíos y palestinos es muy fácil de resolver: basta con que todos se
comporten como buenos cristianos”. Sin llegar a esta ingenuidad, puede ocurrir que
las soluciones teóricas no sirvan en la práctica. A mediados del siglo pasado hubo
en China una plaga de ratas que se comían las cosechas de arroz. El gobierno
chino, que no tenía dinero para una campaña de desratización, tuvo una ocurrencia
teóricamente impecable: Somos mil millones de chinos. SI cada uno matamos unas
cuantas ratas, acabamos con la plaga en un santiamén. Para animar a la cacería,
decidieron que se daría una pequeña propina por cada cadáver de rata que se
presentara. Era una solución rápida y sencilla. Pero no contaron con que los
campesinos echaron cuentas y vieron que era más rentable criar ratas que sembrar
arroz. Metían los especímenes en jaulas, esperaban que la naturaleza obrase,
hacían la matanza, y a cobrar. La medida fracasó.
Así pues, la gran inteligencia consiste en encontrar soluciones acertadas
para los problemas de más envergadura –los que se refieren a la felicidad y a la
dignidad-, y en tener la valentía, la tenacidad y el talento para ponerlos en práctica.
En esto consiste la bondad, que deja de ser manifestación de pusilanimidad, para
convertirse en la gran creación de la inteligencia. Quod erat demonstrandum, quedecían los filósofos latinos: Que era lo que quería demostrar.

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