"Hemos olvidado que nuestra meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestras verdaderas metas si vivimos....Los días son frutos y nuestro papel es comerlos. Jean Giono



La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes. John Lenon





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20/12/09

Ser uno para el otro...!!!!


Biel y Riglos.....uno para el otro....!!!!
Ser uno para el otro. Vivir en absoluta armonía. No tener ni un si ni un no. Compartir todo. Silenciar las criticas en nombre de la concordancia. Estas consignas podrían figurar en el decálogo de la pareja feliz. Es muy fácil soñarlas, fantasearlas, imaginarlas, y hasta prometerlas. Lo que no resulta igual de sencillo es vivenciarlas. ¿Suena decepcionante? ¿Se escucha como una mala noticia? Quizás convenga pensar un poco antes de tomarlo así. Si lo miramos bien, aceptar que no se puede ser el uno para el otro, que es imposible vivir todo el tiempo en absoluta armonía, que nadie convive sin un sí o sin un no, que no existe la manera de compartirlo todo, y que es muy difícil silenciar todas las críticas, puede ser finalmente una buena noticia.La armonía no es la ausencia de conflicto. Sólo en la paz de los cementerios no existen los conflictos. El conflicto es parte de la vida: noche-día, aire-tierra, fuego-agua, duro-blando, negro-blanco, alto-bajo... hombre-mujer. Es imposible imaginar lo existente si no es a través de polaridades. Esa oposición significa un conflicto, pero ello no es sinónimo de pelea. El conflicto es la oposición de las polaridades. Y toda pareja encierra la posibilidad del conflicto porque está integrada por dos personas diferentes, de sexos distintos, de historias personales disímiles. ¿Cómo se podría eliminar esto sin eliminar la vida? Imposible. La armonía consiste, precisamente, en integrar las diferencias, no en borrarlas ni en negarlas.

AMIGARSE CON LA PALABRA Un conflicto, en sí mismo, no significa que una pareja esté en crisis, sino que se enfrenta a sus diferencias. El primer paso aconsejable es no temerle a la palabra, no huir de ella. Cuando aparecen las diferencias, lo que surge es la diversidad, la constancia de que los componentes de una pareja son -en realidad- dos personas singulares y no las dos mitades de un ser. Si a causa del enamoramiento, de la fantasía o de la idealización esto no se vio (o no se quiso ver) antes, el conflicto puede ser un saludable y necesario llamado de atención.Al mirar al otro (o a la otra) y al percibir que es distinto de mí, que tiene sus propios gustos, actitudes, pensamientos, conductas, decisiones, puedo empezar a mirarlo/a como a una persona -no como a una prolongación de mis deseos- y, entonces sí, puedo aceptarlo y elegirlo desde el corazón.Esto puede ocurrir en cualquier momento de la relación, porque un vínculo nunca está fijado -como una foto- de una vez y para siempre. Puesto que una pareja está compuesta por dos personas y que las personas estamos en evolución permanente, también la relación evoluciona, se modifica, tiene diferentes momentos. Es siempre la misma y es siempre distinta. En tanto se mantenga el compromiso emocional, la pareja es un espacio en el cual aprendo acerca de mí y del otro, y en el cual siempre quedan dimensiones inexploradas. Aceptar al otro, no significa tomar aquello en lo que se parece a mí: aceptar no es coincidir. Significa, precisamente, convivir con lo diferente sin pretender modificarlo a mi imagen, semejanza y necesidad.
PELEAS SALUDABLES ¿Cómo lograr esto sin pasar por conflictos? Suena imposible. El conflicto es la exhibición, el sinceramiento de dos diferencias. ¿Cómo se liman estas diferencias, no para ocultarlas o hacerlas desaparecer, sino para hacerlas convivir? A través de la pelea. Las dos posiciones de principio que se plantean en un conflicto, se enfrentan en la pelea. Aparecen entonces:o La queja: reacción ante una situación considerada injusta, que pretende replantear reglas de juego. Cuando se convierte en el modo permanente de expresión, deja de ser efectiva porque sólo se escucha el "tono" del quejoso o quejosa pero se dejan de escuchar sus contenidos.o La querella: una actitud más activa que la queja. Cuando ésta no surte efecto, surge la querella con su tono más exigente, más duro, que lleva las cosas más cerca del límite.Cuando ni la queja ni la querella logran que la necesidad, la disconformidad, la incomodidad o los argumentos del "querellante" sean advertidos o tomados en serio por su pareja, nace lo que el psicoterapeuta francés Patrick Estrade, autoridad en materia de comunicación y relaciones humanas, llama la disputa defensiva. Es cuando ella o él estallan, están "fuera de sí", dicen cosas desacostumbradas. Se trata -dice Estrade- "de limpiarnos del estrés negativo acumulado a través de la frustración prolongada". Ya no hay forma de que el otro (o la otra) ignoren la situación.Estamos ante la riña conyugal. ¿Se queman las naves? ¿No hay retorno? En principio, no es así. La pelea "blanquea" una situación de conflicto y permite exponer las dos posiciones al desnudo. Su consecuencia puede ser una saludable catarsis de sentimientos contenidos y la posibilidad de replantear ciertos acuerdos -tácitos o explícitos- de la pareja.

VIVIR PELIGROSAMENTE Patrick Estrade hace una aclaración fundamental: "No confundamos vivir una pelea con vivir en la pelea permanente". Una pelea puede ajustar aspectos que se han ido desajustando o por "el uso" (es decir la convivencia) o porque nunca fueron planteados ni advertidos. Vivir en la pelea significa que los desajustes son mayores que las coincidencias, que los resentimientos se acumulan, que el juego de poder es intenso (uno sólo puede convivir sometiendo, el otro se resiste a ser sometido). La pelea como modo de vida puede desembocar en una crisis que obligue a reexaminar el conjunto de valores, creencias, actitudes y conductas de la pareja, que seguramente ya no funcionan.Es posible que esos ajustes -de ser posibles- enriquezcan la vida de pareja, aunque también puede ocurrir que no se encuentren los puntos para un nuevo acuerdo. Se habrá entrado entonces en el terreno de las desavenencias. Cuando la pareja está desavenida hay cuestiones de principio en juego. Ya no se trata sólo de diferencias o diversidad. Hay otros factores en juego: competencia desmedida en lugar de cooperación y solidaridad; egotismo (necesidad de uno o de los dos de ser el centro de la pareja); el autismo (la prescindencia del otro); una necesidad ilimitada de ser consentido (que el otro actúe, decida y elija por mí).La desavenencia es lo contrario del conflicto. El conflicto pone sobre la mesa las diferencias y se resuelve no por la anulación de ellas, sino por su integración, su harmonización. En el conflicto hay argumentos, hay dos que disienten pero pueden mirarse, escucharse, redescubrirse, aceptarse, hacer nuevos acuerdos. En la desavenencia, en cambio, el y ella están espalda contra espalda, miran en direcciones opuestas (en la dirección de sus intereses), no pueden verse, por lo tanto difícilmente se acepten o se escuchen.En la pelea que resuelve un conflicto habrá explosiones, posiciones apasionadas, palabras acaloradas, un estallido de emociones pero no habrá ni actos ni expresiones que dejen heridas imposibles de cicatrizar. En la desavenencia, ocurre lo contrario.La desavenencia convierte a la pareja en un campo de batalla. Y en la guerra sólo se puede ganar, vencer, aniquilar, exterminar o esclavizar al enemigo, valiéndose de cualquier medio. En cambio un conflicto de pareja no debería terminar en ninguna de esas posibilidades; se trata, simplemente, de uno de los componentes de la vida de pareja.Dice Estrade: "La vida de a dos nos lleva necesariamente a enfrentar ciertas cóleras, ciertas crisis, ciertas tensiones. Todos esos conflictos no son inútiles: nos permiten, ya que no lo hacemos nosotros mismos, por propia voluntad, reubicar de tanto en tanto nuestros compromisos y verificar si no vamos por un camino equivocado en lo que se refiere a nuestros valores y a nuestras elecciones de vida. El conflicto de pareja es, por lo tanto, un accidente que dejamos que ocurra a efectos de que las cosas se movilicen".

EL MOMENTO Y EL LUGAR Cuando hay conflicto a veces nos toca iniciarlo y a veces somos los "villanos". Lo importante es no hacer como el avestruz, aceptar la situación, plantearla en el momento y en el lugar adecuados (nunca cuando no hay tiempo para hablar, jamás ante otros); hablar siempre en primera persona (lo importante es comunicar lo que a mí me pasa y no lo que vos haces. Es distinto decir "Estoy tratando de que me entiendas" a acusar "Jamás me entendéis"; es diferente decir "Cuando haces esas cosas me siento poco acompañada" a reprochar "No te importa dejarme sola"). Por último es importante recordar que un conflicto no se resuelve cuando alguien gana o alguien pierde , sino cuando dos que se han elegido y que se siguen eligiendo pueden ejercitar la mirada sobre el otro, la aceptación, la cooperación y la reelección.Hace poco asistí a la boda de mis amigos Karina y Marcelo. El diácono que los casó les dijo algo sencillo y sabio: "Aún cuando hayan discutido y, por el momento no se hubiesen puesto de acuerdo, jamás se duerman separados. Acuéstense juntos, como siempre, y aunque no puedan hablarse estén en contacto, tómense las manos, sientan la presencia del otro". Este mensaje significa: un conflicto es una tormenta. Todas las tormentas pasan y después el horizonte se despeja. Lo importante -en medio del temporal- es no perder el rumbo que la nave tenía al iniciar su viaje y, sobre todo, poder navegar juntos antes que naufragar por separado

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